Acabo de matar a un coronavirus. Estaba en la palma de mi mano, queriendo subir, creo.
Lo machaqué con la otra.
Sea.
Por los miles que van.
No me pareció amenazador al principio, sino simpático. Me recordó a Shrek. Pero cuando escuché que gritaba con los cientos de altavoces que ostenta diciendo: “déjenme pasar, o no respondo”, me decidí.
Ahora me parece feo.
Con todas sus estructuras destruidas, malogradas, no parece malintencionado... caras vemos...
No sé dónde echarlo.
No sé qué hacer.